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martes, 29 de agosto de 2017

Pérdida

Cada mañana caminaban por esa calle y bromeaban sobre el tiempo.
Decían que no querían llegar a ser esa pareja que no tienen nada que decirse y acaban hablando de si va a hacer frío o calor.
Ellos bromeaban y ella se reía porque imitaba a las presentadoras de la tele diciendo que iba a ver fuerte marejada.
Sí, cada mañana pasaba eso.
También cruzaban el paso de peatón bailando y sin tipo de vergüenza.
Saludaban también al kioskero y al panadero donde él nunca se podía resistir a comprar un bizcocho casero que hacía él.
Se miraban por si se habían puesto un calcetín de cada color con las prisas, aunque ella lo hacía a propósito porque le encantaba no ir igual. Suerte la suya de que en su trabajo no le dijeran nada.
Y se miraban. Mucho. Y se besaban. Muchísimo. Y se entendían. Extremadamente.
Así era cada mañana para esa pareja.
Un paseo corto pero intenso.
Y de repente un día te encuentras que ya no está una de las partes.
Y cambias de camino por no poder soportar ese cambio de estado de ánimo.
Cómo es la vida. Un mañana estás en lo más alto y al día siguiente te despojan de todo.
Menudo cocktail de sentimientos conforman la vida.
Y al final, después de pasar por la tristeza, ira, rabia y culpabilidad, vuelves a retomar ese camino con nostalgia y una sonrisa.
En eso consisten las pérdidas.
Pasar tu duelo de emociones y al final quedarte con ese recuerdo melancólico.
Ella decidió eso y cada mañana se sonreía pensando que lo tenía al lado diciéndole qué tiempo iba a hacer.
No les dio tiempo a cansarse el uno del otro y si a quererse de todas las maneras.
Ahora en una distancia sin fin.

Escrito por María del Río.

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